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La garantía estatal de depósitos bancarios

Hace unos meses publiqué este artículo en el semanario Martes Financiero, sobre las consecuencias perversas y difíciles de ver que ocasionan las garantías de depósitos. El mismo fue motivado porque hay cierto grupo que está promoviendo la creación de este tipo de fondos.

Aprovecho para actualizar las cifras de quiebras bancarias en Estados Unidos que pongo al final del artículo. Desde 2008, han quebrado 314 bancos en Estados Unidos. En lo que va de 2010 han quebrado 149 bancos, que ya es 9 bancos más de los que quebraron en 2009. Aquí en el sitio de web del FDIC pueden encontrar el listado de bancos quebrados

El perverso seguro de los depósitos bancarios
Por Diego E. Quijano Durán
Martes Financiero, La Prensa, 23 de agosto de 2010

La quiebra de un banco siempre es un evento traumático. Al ser receptores de fondos de una gran cantidad de inversionistas, por medio de los depósitos en cuentas corrientes y de ahorro, la quiebra de un banco implica una afectación a muchas más personas que la de otro tipo de empresa de similar tamaño.


Por ello, los Gobiernos (en muchos casos motivados por los propios banqueros), buscan establecer los llamados sistemas de garantías de depósitos, de manera que si el banco quiebra, los depositantes tienen “garantizado” (normalmente hasta un monto máximo), la devolución de sus fondos. A primera vista, esta política parece sabia y bien intencionada, pero tiene consecuencias nefastas.

Para empezar, no se puede olvidar que un banco es una empresa y quienes ponen su dinero en un banco lo están entregando a un empresario/banquero que promete dar servicios de caja, giros y pagos, y hacerlo crecer mediante inversiones.

El banquero no promete que el dinero estará sencillamente “bien cuidado”. De hecho, en el contrato de depósito actual, el dinero deja de pertenecerle al depositante, quien pasa a ser acreedor del banco, y el banco, al convertirse en el dueño de los fondos, procede a invertirlo en otros proyectos. Por ello, a pesar de que pensamos que nuestros fondos están “totalmente” disponibles en el banco, en realidad, la mayoría está fuera de las bóvedas colocados en inversiones.

Si la inversión de una persona estuviese garantizada (sin costo directo), ¿se preocuparía este inversionista por investigar la salud de la empresa, la factibilidad del negocio, la reputación de los accionistas?  Tal vez daría un vistazo general, pero, qué más da. Si quiebra, recibe su dinero, si no quiebra, pues todo el mundo feliz.

Cualquiera que tenga un mínimo de experiencia en el negocio de los seguros y fianzas, sabe que para que un riesgo sea asegurable, su posibilidad de ocurrir debe poderse medir estadísticamente y depender más bien del azar, además es fundamental que el asegurado tenga fuertes motivaciones para que el evento no ocurra, por ejemplo, la muerte, cualquier accidente, un incendio.

En cambio, no se pueden asegurar eventos o riesgos que dependen de la acción humana. No puede uno asegurarse contra el divorcio. Y similar es el caso de las empresas. Nadie se atrevería a poner un negocio para vender seguros contra quiebra, a menos, claro, que lo haga con dinero que no es suyo, por ejemplo, el dinero de los contribuyentes.

La razón por la que nadie arriesgaría así su dinero es porque el éxito o fracaso de un negocio dependen de si los accionistas lograrán conducir la empresa hacia metas rentables, con un equipo de ejecutivos capaces, y que podrán mantenerse eficientes e innovadores frente a la competencia, y nada de esto depende de probabilidades.

Por supuesto, en el mercado bursátil se venden seguros para protegerse si una empresa no repaga sus bonos, por ejemplo. Pero la gran diferencia es que aquí, el interesado en asegurar su plata es el que paga por el seguro, y el que ofrece el seguro ha analizado el caso particular (quiebra de la empresa X) y no la clase de evento (cualquier quiebra) y ha hecho más bien una apuesta, de que la empresa no quebrará. Esto no se puede “controlar” con probabilidades estadísticas, cosa que sí se puede hacer a mayor grado con los accidentes (por eso los seguros de vida no cubren suicidio, y los de incendio no cubren las guerras).

Lo mismo sucede en un banco. Los ejecutivos del banco deberán decidir cómo colocar los fondos de que disponen: en qué sectores invertir el dinero entregado, a qué plazos, a qué tasas, en qué emprendimientos confiar tanto el dinero de los accionistas como el de los depositantes y otros inversionistas. Todo esto depende de la acción de individuos.

Los banqueros, pues, están motivados a mantener su reputación porque la gente normalmente prefiere banqueros prudentes, que procuren invertir en proyectos factibles y rentables, no simplemente aparentemente lucrativos o en un afán de acrecentar la cartera de activos. Incluso, la mayoría busca tener su dinero en más de un banco, por aquello de no poner todos los huevos en la misma canasta.

De crearse un sistema de seguros de depósitos, se perderá el interés de los depositantes en conocer a sus banqueros y de diversificar sus posiciones. A la vez, nuestros banqueros serán más aventurados, ya que su reputación dejará de tener el valor de antes. Y los contribuyentes tendrán que soportar las pérdidas que generen estos malos incentivos, que son inasegurables como clase de evento (quiebra de cualquier banco).

Veamos algunos comentarios de Sheila Blair, quien preside la junta directiva de la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC), entidad encargada en Estados Unidos de gestionar el sistema de quiebras de bancos y las garantías de depósitos:  “Los depositantes deben entender que la posibilidad de que su banco quiebre es muy baja, y que aunque el banco quiebre, los depositantes no tienen nada de qué preocuparse,” y continúa diciendo “para el depositante asegurado una quiebra bancaria es un ‘no-evento’ (non event, en inglés)”.

¿Queremos un sistema bancario en que los depositantes no deben preocuparse por la posibilidad de la quiebra de su banco y en el cual, a la mayoría no le interesa saber en qué y cómo administra sus fondos el banco, porque al final el costo de una quiebra lo pagarán los contribuyentes?  ¿O preferimos un sistema como el panameño, que lleva más de cien años sin banca central y sin fondos que garanticen las quiebras con dinero de los contribuyentes?

No olvidemos que mientras en Panamá no quebró ningún banco entre 2007 y lo que va de 2010, en Estados Unidos han quebrado 277. Solo en el mes de julio de 2010 quebraron 22 bancos. Cabe preguntase, ¿qué sistema bancario es mejor?

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