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Reformas a inmigración en Panamá

En este interesante artículo sobre el tema de la inmigración, el abogado Ricardo Soto propone una visión para reformar la inmigración en Panamá y enfrentar la realidad de que somos un país de inmigrantes.

Contradicciones
Un país de inmigrantes sin política migratoria
Ricardo Soto
19 de abril de 2010, La Prensa

Las sociedades que hacen las cosas bien siempre atraen a personas que en busca de un mejor futuro quieren vivir en ellas. Esa es la historia de Estados Unidos, de Australia, de Canadá y de Argentina de antes de la década de 1930. De la Venezuela de la década de 1960. Esta es la historia del Panamá de hoy.

En Panamá viven hoy miles de colombianos, chinos, venezolanos, peruanos, nicas, indostanos, gentes de todos lados de la tierra. Pero Panamá carece de las intenciones de afrontar la realidad que pese a todos nuestros defectos y carencias, somos una sociedad relativamente exitosa en la región, por detrás de Chile, pero generalmente comparada con Costa Rica y Uruguay.

Sin darnos golpes de pecho, los panameños debemos aceptar que hemos hecho algunas cosas bien aunque todavía nos queda en materia de seguridad, justicia y educación. Y mejorar lo que hemos hecho en materia económica para hacer nuestra sociedad más abierta e incluyente.

Es lógico que la gente pobre de muchos países quiera venir a vivir acá en busca de un mejor futuro. Desgraciadamente nuestra clase política no entiende esta realidad.

De declarar a afroantillanos, indostanos y chinos razas de inmigración prohibida a nivel constitucional o a prohibir de igual manera a los extranjeros el comercio al por menor, oficio tradicional de los inmigrantes en todos los países, o el confundir la política migratoria laboral con la idoneidad profesional al declarar ciertas profesiones prohibidas para extranjeros, violando así normas internacionales de derechos humanos ante el silencio cómplice de grandes sectores de la sociedad civil.

Panamá tiene un largo historial de xenofobia excluyente en materia migratoria. Las leyes migratorias y laborales en Panamá están diseñadas para hacer la vida imposible a los inmigrantes de bajos recursos que deseen vivir en Panamá mientras supuestamente hacen las cosas fáciles para los inmigrantes de grandes recursos. En realidad estas leyes no han frenado ni podrán jamás frenar la oleada migratoria, sino que sirven de una especie de filtro negativo. Puede emigrar a Panamá quien está dispuesto a infringir o burlar las leyes, el chino que está dispuesto a ser un esclavo por varios años de las triadas, el indostano o ruso que está dispuesto a pagar cuantiosas coimas, el centroamericano o colombiano que está dispuesto a violar los términos de su visa y trabajar en la informalidad o la ilegalidad. Esta es la gente que nuestra excluyente legislación migratoria permite llegar a quedarse en Panamá mientras que castiga a quienes no están dispuestos a hacer estas cosas.

Se castiga por ejemplo a la camarera colombiana o al trabajador manual centroamericano, o al técnico indio o chino mientras Arcángel Henao, Lorena Henao, Rayo Montaño o David Murcia se paseaban por nuestro país como perros por su casa.

Se le niega la permanencia y derecho a trabajar honestamente a Juan Valdez, el campesino desplazado por la violencia, o doña María, ama de casa, mientras que don Pablo el traqueto, John Jairo, el sicario, o Cata, la prepago, son los que se quedan.

Obviamente nuestra legislación migratoria y laboral, hecha todavía más excluyente durante el último gobierno, es un gran fracaso y los políticos permiten que se mantenga así porque permite mantener tanto un discurso económicamente nacionalista y de seguridad excluyente y simultáneamente a la Dirección Nacional de Migración como caja menuda secreta de los partidos políticos.

La idea del Presidente actual de legalizar a algunos de los inmigrantes colombianos ya existentes es un paso en la dirección correcta, pero insuficiente. Hace falta una política migratoria incluyente que acepte la realidad de que mientras los panameños hagamos algunas cosas bien habrá gente humilde que en pos de un mejor futuro desee emigrar a Panamá y en vez de ver esto como una amenaza busquemos ir hacia delante y ver esto como una oportunidad para Panamá. Una legislación migratoria y laboral que evite crear, como la actual, filtros negativos que hagan que las personas que logren quedarse en nuestro país sean precisamente las que están dispuestas a incurrir en la ilegalidad y la informalidad y en su lugar atraiga a las personas, independientemente de su riqueza, dispuestas a trabajar duro, honestamente y a vivir el sueño panameño. A ser panameños con fe de conversos.

A personas que traigan capital humano a Panamá. ¿Cómo rayos vamos a tener un cluster de tecnología en Panamá cuando sistemáticamente negamos visas a chinos y a indostanos como si fuera 1941? ¿O centros de turismo cuando negamos permisos de trabajos a camareros colombianos pero se los damos a las alternadoras? Por lo visto en lugar de buscar el turismo familiar nuestros dirigentes prefieren el turismo sexual. Esa es una tarea pendiente que la clase política debe tener el valor de aceptar.

La historia nos muestra que el país que es excluyente con los pobres inmigrantes extranjeros, frecuentemente lo es con los pobres del propio país. Jugar a oponer a pobres locales contra pobres extranjeros es un juego muy viejo de muchos déspotas desde los zares a Trujillo a Idi Amin Dadá. No lo juguemos.

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