Predicciones en crudo
Por Diego E. Quijano Durán
La gran sorpresa en 2014 fue la caída estrepitosa del barril
de petróleo. A diferencia de la crisis financiera de 2007-2008, que fue
advertida por varias voces aunque nadie las escuchara, en este caso ningún
experto lo predijo. La gran mayoría de los analistas situaba su pronóstico en
torno a los $90 por barril para 2015, otros preveían una leve reducción pero
nunca debajo de $70.
Desde su pico histórico de $147 por barril en julio de 2008,
el precio ha caído 69%, y desde el máximo de $107 alcanzado el año pasado en
junio, ha bajado 57% hasta $44. ¿Cómo es que nadie, desde los analistas en
Goldman Sachs o la Agencia Federal de Energía, hasta inversores de la
trayectoria de Bill Gross y Marc Faber, lo pudo ver?
No fuimos capaces de identificar ciertos patrones que ahora,
con el beneficio de la retrospectiva, vemos con claridad. En particular, me
refiero a cuatro factores. El primero es el surgimiento de la tecnología de
fracturación hidráulica en Estados Unidos, que lo ha convertido en el principal
productor mundial de petróleo. Esto redujo su importación de petróleo y crea
una sensación de abundancia en los mercados internacionales.
En segundo y tercer lugar, se subestimó la disposición de
los saudíes a aguantar la caída del precio con tal de no perder cuota de
mercado y se menospreció el hecho que la inestabilidad en países como Libia e
Iraq no estaba causando disrupciones en el fluido del petróleo y, en
consecuencia, tampoco en los precios del petróleo.
Por último, la actividad económica en los países más
desarrollados se ha mantenido apaciguada, lo que, junto al incremento continuo
en la eficiencia de los motores, ha moderado y, en algunos casos, hasta
reducido, la demanda.
Si bien estos factores son los que han alimentado el desplome,
ahora la gran incógnita es cuánto duraran los precios bajos. La mayoría de los
expertos afirma que no será tan duradero como la caída de los precios entre
1987 y 1994. Esto se debe a que la estructura productiva es mucho más flexible.
En efecto, el 30 de enero se reportó que desde octubre de 2014, el 24% de los
pozos petroleros en Estados Unidos cerró, lo que representó la disminución más fuerte
desde 1987 y dejó el número de pozos activos en 1,223.
¿Y la tesis que se agotaría el petróleo? Esta es una lección
fundamental a aprender. Si el precio sube y sigue subiendo, es lógico pensar
que las empresas se abocarían a aumentar su ritmo de exploración para encontrar
nuevos yacimientos, invertirían en la expansión de su capacidad de extracción y
ampliarían sus plantas de refinación. Además, el incremento en el precio hace
atractivo el uso de técnicas que antes no eran económicamente viables y motivan
la inversión en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías especulativas
para innovar.
Lastimosamente, el precio subió mucho más rápido de lo que
se podía responder a esta alza. La razón es sencilla, explorar y construir una
plataforma petrolera es un asunto de miles de millones de dólares y varios
años. No obstante, la predicción de la ciencia económica se cumplió.
Aunque físicamente la cantidad de petróleo en la tierra es
limitado, un buen economista dirá que nunca se acabará siempre y cuando haya
libre mercado. Esto es así porque el alza en su precio motivará un cambio en los
patrones de comportamiento tanto de los que lo utilizan, como de los que lo
producen. Se invertirá en construir motores más eficientes, por ejemplo, y si
se encarece demasiado, otras fuentes de energía lo desplazarán como principal
fuente de energía.
Publicado en Revista K, edición de febrero de 2015
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