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De ZIRP a NIRP

Hay una caricatura del gato Garfield en la que aparecía el perro Odie tomando una siesta con la típica nube que leía “ZZZZ...”. Garfield, molesto, lo empujó y Odie quedó de lado. En lugar de despertarse, las zetas de la nube también se giraron y quedaron en “NNNN...”. Si hubiese sido Condorito hubiera 
hecho ¡Plop!, pero Garfield solo miró al lector frustrado. 


Esto mismo parece que le ha ocurrido a los bancos centrales más importantes del mundo, que han pasado de una política monetaria tipo Zirp a una Nirp, es decir, de tasa cero (en inglés, zero) a una de tasa negativa sin que hubiese mayores cambios. No obstante, desde el punto de vista económico, es un fenómeno insólito. 

Por un lado, parece una fantasía. Imagine que pide una hipoteca y en lugar de pagarle intereses al banco, el banco le paga a usted por haber decidido tomar el préstamo con ellos –no se confunda, todavía tiene que pagar la porción de capital de la letra, pero al final termina pagando menos que el capital original del préstamo–. Esto ya le está sucediendo a miles de personas en países como Dinamarca. Sin embargo, en este mundo al revés, usted, en lugar de recibir intereses en su cuenta de ahorros o depósito a plazo fijo, tendría que pagarle intereses al banco por el beneficio de depositar con ellos.


Esta situación no ha surgido naturalmente. Ha sido forzada artificialmente por los bancos centrales. Las motivaciones son varias. En el caso de Dinamarca, cuya moneda es la Corona Danesa y que tiene una tasa fija de cambio con el Euro, el motivo principal de llevar las tasas de interés por debajo de cero era defender esta paridad monetaria. Muchos inversores sentían que tener activos financieros en Coronas Danesas era más seguro que tenerlo en otras monedas como el Euro. Si el Euro fracasaba, el valor de la Corona Danesa se incrementaría, protegiendo así el capital del inversor. 

En Japón, el objetivo de llevar las tasas de interés a territorio negativo ha sido intentar dinamizar la economía incentivando a los bancos a prestar dinero. Dicho de otra forma, la idea es que hubiese más personas o empresas dispuestas a pedir prestado gracias a las tasas de interés bajas, lo cual generaría, en teoría, más inversión y consumo y, por tanto, crecimiento. El problema es que la tasa de interés es solo uno de los factores que toman en cuenta los empresarios a la hora de invertir en un nuevo negocio. Pensar que solo es suficiente crear incentivos financieros ha permitido a los europeos, japoneses y americanos barrer debajo de la alfombra los problemas estructurales, regulatorios o financieros de sus países y posponer las reformas necesarias.

Estas políticas monetarias expansivas, como llevar las tasas de interés a cero o negativas y la compra de deuda pública y corporativa por bancos centrales, aunque populares entre muchos economistas (y políticos), están creando serios problemas a largo plazo y riesgos incalculables que hoy no se ven. La bolsa en Estados Unidos está otra vez rompiendo récord y se encuentra sobrevalorada respecto a las ganancias de las empresas que cotizan. De igual forma, se está desincentivando el ahorro. ¿Quién está dispuesto a ahorrar si cada vez se te recompensa menos por hacerlo? 

Sin ahorros disponibles no hay capital para invertir en nuevas tecnologías, técnicas más eficientes, nuevos servicios o nuevos y mejores productos. Pero estas políticas monetarias hacen aparentar 
que sí existe tal ahorro, creando un problema de coordinación económica que se revelará más adelante en otra gran crisis. La facilidad del dinero nos está haciendo creer que las cosas están mejor de lo que están y que muchos vuelvan a afirmar “this time it’s different”, cuando en realidad es lo mismo de siempre: exceso de deuda, y eso nunca termina bien. 

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