Un escrito mío y de Olmedo Miró que presenta algunas de las inquietudes que surgen por la emisión de balboas mediante la acuñación de monedas de 1, 2 y 5 balboas.
El artículo apareció en la edición del lunes 17 de mayo de 2010 del diario Capital.
Emisión de balboas: implicaciones prácticas
Por Diego E. Quijano Durán y Olmedo Miró
En otra ocasión hemos señalado el peligro de que el Gobierno inicie la acuñación de monedas de 1, 2 y 5 balboas y hemos recomendado que la política se dirija hacia el regreso a una moneda con respaldo para garantizar la estabilidad económica y la creación de riqueza.
La intención en este escrito es presentar algunas inquietudes con respecto a las implicaciones que tendrán la acuñación de 80 millones de balboas en monedas y su circulación para nuestro sector bancario.
Debe estar claro para todos, que esas monedas no valdrán nada afuera del país. Si mañana Juan llega a una casa de cambio en Miami o Bogotá con una bolsa de monedas de balboas, simplemente se van a reír de él.
Las monedas que está acuñando el Gobierno son fiduciarias, no tienen respaldo, no son una promesa. En la década de los ‘90, el gobierno de Argentina prometió que por cada peso que pondría en circulación, tendría un dólar estadounidense en bóveda. Esto fue efectivo hasta que no pudo seguir cumpliendo y rompió el régimen de la paridad que había sido tan positivo para ese país.
Acá no hay ni siquiera promesa, pero es de suponer que implícitamente sí hay una disposición del Gobierno a cambiar esas monedas por dólares. Por ejemplo, si Juan llega con cinco monedas de 1 balboa, se la deben cambiar en el Banco Nacional por un billete de $5.
Pero cuando incluimos el mercado internacional la cosa se complica. Supongamos que Juan en lugar de llevar una bolsa con 1.000 monedas de 1 balboa a Bogotá o Miami, las deposita en su banco local de preferencia. Su cuenta está vinculada a una tarjeta de débito o Clave, y ahora al llegar a su destino, lo que hace es sacar dinero del cajero automático.
¿Qué significa eso para el banco local? Tendrá que enviar dólares al exterior, porque esos balboas no sirven para nada. Entonces, ¿qué aparecerá en sus balances?
Supongamos, para estar claros de la situación, que el Gobierno deposita los 80 millones de balboas que planea acuñar en un banco muy pequeño. Parece un buen negocio hasta que el Gobierno empieza a hacer giros internacionales que el banco debe pagar en dólares. ¿Cómo hace? Los bancos deberán confiar que podrán cambiar esos balboas por dólares en el Banco Nacional.
Lo más probable es que el Gobierno haga ese depósito inicial en el Banco Nacional y que las monedas las pongan a circular cuando la gente cambie un cheque o haga retiros de sus cuentas. Ello significa que habrá una tendencia en el mercado a que todas las monedas que ponga a circular el Gobierno regresen al Banco Nacional, y el Banco Nacional vea una fuga de sus dólares.
Si no es así, y los bancos no recuren a “cambiar” esas monedas por billetes, entonces los bancos privados estarán, en alguna medida, exponiéndose al riesgo del Gobierno en el sentido que estarán cargando con instrumentos (monedas) de potencial “tóxico” en el caso de que el Gobierno no los pueda respaldar.
Por otro lado, una entrada de 80 millones en depósitos al sistema bancario, por pequeña que sea, implica un aumento en la capacidad de expansión crediticia. Esto es un incremento en el crédito que no está respaldado por ahorro real que es inflacionario y distorsiona la economía de mercado.
Ya vimos que la moneda es totalmente fiduciaria. Para el Gobierno representará una ganancia enorme porque el costo del metal (94% acero) es mucho menor al valor que pretende cada moneda. Esto le concede al Gobierno una ventaja con respecto a los demás agentes del mercado al momento de hacer compras y adquisiciones ya que tiene una capacidad “mágica” de ofertar por encima de las capacidades de otros. El efecto es el mismo que el de un falsificador de billetes, la única diferencia es el velo de autoridad, y solo por ello, no se considera fraude o robo. Y no se nos olvide que el efecto inflacionario reduce el valor de los ahorros también.
Hasta 1971 existía una total equivalencia entre el balboa y el dólar porque, por tratado, ambos gobiernos acordaron que las monedas tendrían el mismo contenido metálico de oro o plata. La equivalencia en valor estaba en el respaldo a la moneda. Pero ahora eso ya no existe. Se siguió acuñando monedas fraccionarias de balboa (el real, un cuarto, etc.) por costumbre y sin mayor efecto negativo por el pequeñísimo monto que implica. Pero no veo sabiduría en seguir aplicando una política que en Estados Unidos ha hecho que el dólar haya perdido el 80% de su valor en 39 años. Hay que regresar a monedas y billetes respaldos en un 100% por una materia.
En otra ocasión hemos señalado el peligro de que el Gobierno inicie la acuñación de monedas de 1, 2 y 5 balboas y hemos recomendado que la política se dirija hacia el regreso a una moneda con respaldo para garantizar la estabilidad económica y la creación de riqueza.
La intención en este escrito es presentar algunas inquietudes con respecto a las implicaciones que tendrán la acuñación de 80 millones de balboas en monedas y su circulación para nuestro sector bancario.
Debe estar claro para todos, que esas monedas no valdrán nada afuera del país. Si mañana Juan llega a una casa de cambio en Miami o Bogotá con una bolsa de monedas de balboas, simplemente se van a reír de él.
Las monedas que está acuñando el Gobierno son fiduciarias, no tienen respaldo, no son una promesa. En la década de los ‘90, el gobierno de Argentina prometió que por cada peso que pondría en circulación, tendría un dólar estadounidense en bóveda. Esto fue efectivo hasta que no pudo seguir cumpliendo y rompió el régimen de la paridad que había sido tan positivo para ese país.
Acá no hay ni siquiera promesa, pero es de suponer que implícitamente sí hay una disposición del Gobierno a cambiar esas monedas por dólares. Por ejemplo, si Juan llega con cinco monedas de 1 balboa, se la deben cambiar en el Banco Nacional por un billete de $5.
Pero cuando incluimos el mercado internacional la cosa se complica. Supongamos que Juan en lugar de llevar una bolsa con 1.000 monedas de 1 balboa a Bogotá o Miami, las deposita en su banco local de preferencia. Su cuenta está vinculada a una tarjeta de débito o Clave, y ahora al llegar a su destino, lo que hace es sacar dinero del cajero automático.
¿Qué significa eso para el banco local? Tendrá que enviar dólares al exterior, porque esos balboas no sirven para nada. Entonces, ¿qué aparecerá en sus balances?
Supongamos, para estar claros de la situación, que el Gobierno deposita los 80 millones de balboas que planea acuñar en un banco muy pequeño. Parece un buen negocio hasta que el Gobierno empieza a hacer giros internacionales que el banco debe pagar en dólares. ¿Cómo hace? Los bancos deberán confiar que podrán cambiar esos balboas por dólares en el Banco Nacional.
Lo más probable es que el Gobierno haga ese depósito inicial en el Banco Nacional y que las monedas las pongan a circular cuando la gente cambie un cheque o haga retiros de sus cuentas. Ello significa que habrá una tendencia en el mercado a que todas las monedas que ponga a circular el Gobierno regresen al Banco Nacional, y el Banco Nacional vea una fuga de sus dólares.
Si no es así, y los bancos no recuren a “cambiar” esas monedas por billetes, entonces los bancos privados estarán, en alguna medida, exponiéndose al riesgo del Gobierno en el sentido que estarán cargando con instrumentos (monedas) de potencial “tóxico” en el caso de que el Gobierno no los pueda respaldar.
Por otro lado, una entrada de 80 millones en depósitos al sistema bancario, por pequeña que sea, implica un aumento en la capacidad de expansión crediticia. Esto es un incremento en el crédito que no está respaldado por ahorro real que es inflacionario y distorsiona la economía de mercado.
Ya vimos que la moneda es totalmente fiduciaria. Para el Gobierno representará una ganancia enorme porque el costo del metal (94% acero) es mucho menor al valor que pretende cada moneda. Esto le concede al Gobierno una ventaja con respecto a los demás agentes del mercado al momento de hacer compras y adquisiciones ya que tiene una capacidad “mágica” de ofertar por encima de las capacidades de otros. El efecto es el mismo que el de un falsificador de billetes, la única diferencia es el velo de autoridad, y solo por ello, no se considera fraude o robo. Y no se nos olvide que el efecto inflacionario reduce el valor de los ahorros también.
Hasta 1971 existía una total equivalencia entre el balboa y el dólar porque, por tratado, ambos gobiernos acordaron que las monedas tendrían el mismo contenido metálico de oro o plata. La equivalencia en valor estaba en el respaldo a la moneda. Pero ahora eso ya no existe. Se siguió acuñando monedas fraccionarias de balboa (el real, un cuarto, etc.) por costumbre y sin mayor efecto negativo por el pequeñísimo monto que implica. Pero no veo sabiduría en seguir aplicando una política que en Estados Unidos ha hecho que el dólar haya perdido el 80% de su valor en 39 años. Hay que regresar a monedas y billetes respaldos en un 100% por una materia.
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